Todos suponemos que cuando nos dejan sin aliento después de un par de rounds entre las sábanas es cuestión de química. La atracción sexual es evidente; no hay dudas de que tenemos una increible química para el sexo con esa persona. También, podemos evidenciar otro caso de química cuando pasamos horas y horas charlando con alguien y llegamos a lugares inesperados y profundos con alguien que conocimos hace poco (o mejor aún, con esa persona con la cual nos llevamos hace años y jamas desapareció esa especie de intercambio de "feromonas del habla"). Sentimos que nos alejamos de la realidad, que las barreras de las desconfianza desaparecen y no hay obstáculos entre ambos.
No titubeamos en decir "acá hay química" cuando decimos a la vez lo mismo, nos miramos, hablamos sin hablar y todas esas cosas de las que tanto se jactan Chizo y Pamela en "la casa más famosa del país" sin convencernos de nada. Ese sería el coctel perfecto. (no el de Paty y Selma, sino el de tener qumica en todos los aspectos)
Pero qué pasa cuando nuestro cuento de hadas se nos viene abajo? Donde están las hormonas cuando preferimos comer un chocolate a tener sexo con esa persona o cuando preferimos hablar contra el espejo que con el otro? Es todo cuestión de piel, de química.
He aquí el dilema: esa química se puede construir? O si no está desde el principio, mejor nos resignamos?
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